Mónica C. Abad.- El primer documento literario
importante de la lengua castellana es El Cantar de Mío Cid, el único cantar épico de la literatura
española conservado casi completo. Esta gran obra narrativa, del siglo XII, es
un cantar de gesta anónimo que relata, en lengua romance, las hazañas heroicas
del caballero Rodrigo Ruiz Vivar “El Cid Campeador”. Está compuesto de 3735
versos de extensión variable agrupados en tiradas, series de versos con la
misma rima asonante que suelen coincidir con unidades de contenido. Desconocemos
su título original, aunque bien podría llamarse “gesta” o “cantar” como expresa
el autor en los versos 1085 y 2276. El tema en torno al que se estructura el
poema es el complejo proceso de recuperación de la honra perdida del héroe,
proporcionándole una honra mayor, cada vez que consigue su objetivo, de manera
que el contenido de la obra se organiza mediante unas curvas de
obtención-pérdida-restauración-pérdida-restauración de la honra del héroe.
El
poema se inicia con el destierro como primera pérdida de la honra, tras haber
sido acusado de robo. Este deshonor supone la pérdida de sus posesiones y la
separación de su familia. En ese
destierro conquista Valencia con lo que consigue el perdón real y se conciertan
las bodas de sus hijas con los infantes de Carrión, para ratificar su nuevo
estatus de señor de vasallos. Sin embargo, con éstos se produce una nueva
deshonra para el Cid, debido al ultraje que los infantes hacen a sus hijas,
vejadas y abandonadas en el robledal de Corpes. Ese hecho supone la nulidad de
sus matrimonios en un juicio presidido por el rey, después del cual, sus hijas
concertarán nuevos matrimonios, esta vez con infantes, llegando al máximo
ascenso social posible. Los editores del
texto, desde la primera edición de 1913, a cargo de Menéndez Pidal, lo han
dividido en tres cantares, coincidentes probablemente con las tres sesiones en
las que el juglar podía recitar el cantar. El primero corresponde al cantar del
destierro, hasta el verso 1084, el segundo, el cantar de las bodas, hasta el
2278, y el tercero, el cantar de la afrenta de Corpes. Se diferencia de la
épica francesa por la ausencia de elementos sobrenaturales, al presentar al
héroe con rasgos humanos que constituye un modelo de mesura y equilibrio. Se
trata de una estrategia narrativa que al considerar más dudosa la victoria,
realza más sus éxitos.
Alberto Montaner (Zaragoza,
1963), filólogo hispánico, historiador y arabista, especializado en estudios
del Cid, ha sido el modernizador y asesor de una nueva edición de esta gran
obra narrativa, con imágenes del artista plástico, pintor y grabador Jorge Perellón
(Madrid 1965). Esta edición constituye, en palabras de este ilustrador, un
libro de artista, es decir, una colección de grabados que se presenta en una
caja o estuche, tipo libro, como representación ilustrativa de un texto
literario, en este caso El Cantar de Mío Cid. Recién salida al mercado, tras
casi dos años de intensa labor, esta edición consta de más de 100 ilustraciones
y 15 grabados calcográficos originales y sellos gofrados, que Jorge Perellón ha
desarrollado estudiando a fondo el texto íntegro del Manuscrito de Per Abat y
gracias a la intensa colaboración de Alberto Montaner.
Por otro lado, Juan José
Marcos, experto en tipografía, ha creado la fuente Cidiciana, basada en la
caligrafía del manuscrito de Per Abat, que se conserva en la Biblioteca Nacional.
En el proceso de grabado de las planchas, se
han aplicado distintas técnicas: aguafuerte, aguatinta, barniz blando y manera
negra, esta última a partir de un negro total. La estampación se ha realizado
manualmente con rótulo, lo que a dado lugar a una edición totalmente artesanal.
Está impresa en papel Rigoletto de 240 gr. y el mismo papel, pero en gramaje de
350 gr. para los grabados.
Todos ellos están numerados y firmados por Jorge
Perellón, que también se ha encargado de la maquetación del texto en una tirada única de 199 ejemplares, numerados y
autentificados, a su vez, mediante acta notarial.