Javier Ramos.- No hay lugar a la duda. Se trata de la pieza más singular que alberga el interesante museo turco de Topkapi: el mítico mapa de Piri Reis. Descubierto en noviembre de 1929, apareció entre los tesoros olvidados de la citada galería, ubicada en Estambul. Lo encontraron en el interior de un cofre junto a otros pergaminos enrollados. De acuerdo a lo que dice el mismo mapa, fue elaborado en el año 1513 por un almirante de la flota turca. Estaba considerado un excelente marino y un humanista internacional allá por los primeros años del siglo XVI; respondía al nombre de Piri Reis.
Llamó la atención de cartógrafos e historiadores porque en el citado mapa figuraban tierras que en el año de su supuesta confección no habían sido pisadas por el hombre: la Antártida, el norte de Canadá o el Cono Sur americano. Según Piri Reis dejó escrito, para elaborarlo se basó en otros mapas ya existentes, que habrían servido de guía al propio Cristóbal Colón cuando zarpó rumbo a las Indias. Si el almirante genovés supo de esas mismas fuentes, sabía muy bien donde iba, ya que en el mapa de Piri Reis, elaborado sobre una curtida piel de gacela de apenas 90 x 65 centímetros, queda bien claro que al otro lado del Atlántico existía un continente desconocido.
En 1956 el mapa llegó a manos del capitán de la marina norteamericana Arlington Mallery, experto en cartografía antigua. Se dio cuenta de algo muy extraño: representaba la parte alta del continente antártico y otros accidentes geográficos polares. Pero en el mapa aparecían desprovistos de hielo. Mallery quedó desconcertado. Estudios vía satélite efectuados por su gobierno ponían de manifiesto que la Antártida, sin su actual capa de hielo, era orográficamente igual a como aparecía en el mapa. Así pues, quien lo hizo, lo sabía a ciencia cierta…
Otros aspectos del mapa tampoco coincidían. La parte occidental de Cuba aparece en el mapa formada por islotes. Además, los investigadores se dieron cuenta de que América y la Antártida estaban unidas por una lengua de Tierra. O la aparición de los perfiles de islas como las Maldivas, que no se cartografiarían hasta 1592. Y esta disposición geológica y continental del planeta no tenía lógica.
Charles Hapgood, un profesor de Historia, descubrió que algunos accidentes orográficos señalados en el mapa eran extraordinariamente precisos, tanto que su autor debería haber sobrevolado las zonas que representó. Para él, que contaba con el beneplácito en sus investigaciones del mismo Albert Einstein, las irregularidades citadas tenían un sentido: mostraban la Tierra tal y como era hace nada menos que 6.000 años, cuando la Antártida no estaba cubierta de hielo, sino que se unía con América y parte de Cuba aún permanecía hundida en el mar, de modo que solo las partes más elevadas de la isla emergían a modo de islotes.
Pero es que hace seis milenios, la civilización no había florecido, nadie navegaba, nadie había alcanzado la Antártida y, por supuesto, nadie era capaz de volar. Aunque hace seis milenios alguien elaboró este planisferio u otro que sirvió de modelo a Piri Reis.
Una edición facsímil de este enigmático mapa fue editada por en colaboración con la Oxford University Press, bajo el título THE KHALILI PORTOLAN ATLAS. Facsimile Edition with text: Piri Reis and Turkish Mapmaking after Columbus.
Llamó la atención de cartógrafos e historiadores porque en el citado mapa figuraban tierras que en el año de su supuesta confección no habían sido pisadas por el hombre: la Antártida, el norte de Canadá o el Cono Sur americano. Según Piri Reis dejó escrito, para elaborarlo se basó en otros mapas ya existentes, que habrían servido de guía al propio Cristóbal Colón cuando zarpó rumbo a las Indias. Si el almirante genovés supo de esas mismas fuentes, sabía muy bien donde iba, ya que en el mapa de Piri Reis, elaborado sobre una curtida piel de gacela de apenas 90 x 65 centímetros, queda bien claro que al otro lado del Atlántico existía un continente desconocido.
En 1956 el mapa llegó a manos del capitán de la marina norteamericana Arlington Mallery, experto en cartografía antigua. Se dio cuenta de algo muy extraño: representaba la parte alta del continente antártico y otros accidentes geográficos polares. Pero en el mapa aparecían desprovistos de hielo. Mallery quedó desconcertado. Estudios vía satélite efectuados por su gobierno ponían de manifiesto que la Antártida, sin su actual capa de hielo, era orográficamente igual a como aparecía en el mapa. Así pues, quien lo hizo, lo sabía a ciencia cierta…
Otros aspectos del mapa tampoco coincidían. La parte occidental de Cuba aparece en el mapa formada por islotes. Además, los investigadores se dieron cuenta de que América y la Antártida estaban unidas por una lengua de Tierra. O la aparición de los perfiles de islas como las Maldivas, que no se cartografiarían hasta 1592. Y esta disposición geológica y continental del planeta no tenía lógica.
Charles Hapgood, un profesor de Historia, descubrió que algunos accidentes orográficos señalados en el mapa eran extraordinariamente precisos, tanto que su autor debería haber sobrevolado las zonas que representó. Para él, que contaba con el beneplácito en sus investigaciones del mismo Albert Einstein, las irregularidades citadas tenían un sentido: mostraban la Tierra tal y como era hace nada menos que 6.000 años, cuando la Antártida no estaba cubierta de hielo, sino que se unía con América y parte de Cuba aún permanecía hundida en el mar, de modo que solo las partes más elevadas de la isla emergían a modo de islotes.
Pero es que hace seis milenios, la civilización no había florecido, nadie navegaba, nadie había alcanzado la Antártida y, por supuesto, nadie era capaz de volar. Aunque hace seis milenios alguien elaboró este planisferio u otro que sirvió de modelo a Piri Reis.
Una edición facsímil de este enigmático mapa fue editada por en colaboración con la Oxford University Press, bajo el título THE KHALILI PORTOLAN ATLAS. Facsimile Edition with text: Piri Reis and Turkish Mapmaking after Columbus.